“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. Y le buscó Simón, y los que con él estaban; y hallándole, le dijeron: ¡Todos te buscan!” —Marcos 1:35-37

Jesus no estaba preocupado por la multitud. Claro, que los amaba. Pero la principal prioridad de Jesús era la conexión con su Padre.
Sabía que de esa conexión era de donde venía la fortaleza. Cualquier milagro que realizaba y la esperanza que ofrecía para las multitudes, descansaban en su conexión con el Espíritu y el Padre.
Pero Simón (o Pedro) estaba preocupado. La multitud estaba mirando y siguiendo a Jesús, y si Jesús no aparecía pronto, podrían irse y desaparecer la fama. Entonces, ¿qué pasaría con el “movimiento”?
Jesús entiende que Simón había invertido su vida en este movimiento. Si la multitud retiraba su “consumo” de este servicio, ¿qué pasaría con su inversión? Tendría que enfurecerse y comprar su equipo de pesca de nuevo. Suspirar y seguir en su antiguo negocio de supervivencia.
¿Por qué Jesús no cedió a la ansiedad de Pedro? Jesús sabía que la popularidad de la multitud no lo definía. Él sabía que su prioridad no era el tribunal de aprobación pública, las redes sociales, “likes” o incluso viendo su movimiento subir en el ranking. El sabía que su conexión con el Padre y la presencia del Espíritu Santo eran las más importantes, cosa que con o sin multitud, no se la podían quitar. Era en esa conexión con su Padre donde radicaba la identidad que ofrecía.
Dios, dame el coraje para escapar hoy y estar a solas en mi sillón meditando. No tengo que correr para ganar sin cesar el favor de las “multitudes”. Lo que necesito es depender de ti, y conectarme con tu presencia fortalecedora para escuchar la voz de tu favor. Ayúdame a mantenerme conectado a tu corazón y Espíritu Santo para andar en la sana identidad espiritual que bendecirá a otros. Amén.