SE BENDECIDO

La Semana Santa marca el punto en el calendario cuando los cristianos reflexionan sobre la culminación del ministerio de Jesús. Durante tres años había viajado por Israel, en gran parte por el Mar de Galilea. Enseñó y sanó a la gente dondequiera que iba. E invitó a los que lo seguirían a vivir como él vivía.

Y la vida de Cristo fue una vida de incomodidad. «Las zorras tenían guaridas y los pájaros nidos. Pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza». (Mateo 8:20). Él no ofreció verdades a medias y nos llamó a todos a relaciones más profundas.

Hay momentos en que estaba lleno de ira. Desde voltear mesas en el templo (Marcos 11:15-17) hasta llamar a los fariseos y expertos en la ley «tumbas blanqueadas» (Mateo 23:27-28). Pero su ira siempre estuvo dirigida a aquellos que impedían que la gente se acercara más a Dios. Buscó un mundo donde todos encontraran la verdadera justicia y conocieran la paz de Dios.

Y sabemos que el dolor de los demás quebrantó el corazón de Jesús. Cuando Jesús vio el dolor de María y Marta por la pérdida de su amigo Lázaro, Jesús se echó a llorar, aunque sabía lo que iba a pasar a continuación (Juan 11:1-46). El corazón de Jesús se rompe por el dolor de los demás.

Pero, en todas las cosas, Cristo creyó y tuvo fe en que el mundo podía cambiar, que nosotros podíamos cambiar. Él nos ha invitado a esa transformación, que debemos reflexionar seriamente en esta Semana Santa.

Entonces, que seas bendecido con el malestar, la ira y las lágrimas y que esa bendición te mueva a actuar para que puedas ser un agente de cambio en este mundo, haciendo que el Reino de Dios sea una realidad aquí en la tierra como lo es en el cielo.

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