CORRE

Corramos con paciencia la carrera que Dios nos ha puesto por delante. HEBREOS 12:1 NTV

El escritor de Hebreos compara nuestro viaje cristiano con el de correr una carrera. Cuando corremos una carrera, particularmente una larga, necesitamos perseverancia para no abandonar cuando se pone difícil.

La vida de todos es agotadora y tenemos que superar muchos obstáculos para seguir motivados en el propósito al que hemos sido llamados.

Las carreras a menudo comienzan sintiéndose bastante manejables, pero inevitablemente llega un punto en el que completar la carrera parece no solo desalentador sino quizás imposible.

Cuando miras el suelo mientras corres, la distancia ganada es casi imperceptible. Sin embargo, cuando miras hacia arriba, hacia tu meta, te fortaleces para resistir y persistir.

Te comparto esta historia real de Patti Wilson.

Patti anunció: —Voy a correr desde el Condado de Orange hasta San Francisco (una distancia de 400 millas). Como alumna de segundo año —continuó— voy a correr hasta Portland, Oregón (más de 1.500 millas). Como estudiante de penúltimo año correré hasta St. Louis (aproximadamente 2.000 millas). Como estudiante de último año correré hasta la Casa Blanca (más de 3.000 millas de distancia). En vista de su incapacidad, Patti era tan ambiciosa como entusiasta, pero decía que miraba a la incapacidad de ser epiléptica simplemente como «una inconveniencia».

Ella se preocupó no de lo que había perdido, sino de lo que le «quedaba». Ese año terminó su carrera a San Francisco, usando una camiseta que decía: «Amo a los epilépticos». Su padre corría cada milla a su lado, y su madre, una enfermera, iba en una casa rodante detrás de ellos en caso de algo saliera mal.

En su segundo año los compañeros de clase de Patti iban detrás de ella. Hicieron un póster gigante que decía: «¡Corre, Patti, corre!» (este ha llegado a ser su lema, y el título de un libro que escribió).

En su segunda maratón, en ruta a Portland, se fracturó un hueso del pie. El médico le dijo que debía suspender la carrera. —He puesto un vendaje enyesado en tu tobillo para que no sufras un daño permanente —le dijo. —Doctor, usted no entiende —replicó ella— esto no es sólo un capricho mío, ¡es una magnífica obsesión! No lo estoy haciendo sólo por mí, lo estoy haciendo para romper las cadenas que hay en los cerebros que limitan a muchos.

Cuando esto sucede, vemos la importancia de enfocarse en lo que queda por delante para correr en fe, fortaleza y convicciones. Lo contrario ocurre si miras tus “inconvenientes que parecieran limitantes”, es cuando parece que los ojos del corredor bajan al suelo y descansan en la monotonía de mirar un pie tras otro lentamente impulsándolos hacia adelante.

Tu llamado como corredor es fijar tus ojos en Dios. Si miras al suelo, s las limitaciones o inconvenientes o miras hacia atrás, te cansarás. Pero los ojos fijos en él te darán toda la fuerza que necesitas.

No nos dejemos vencer por los inconvenientes y obstáculos. Sigamos corriendo en fe en Cristo Jesús y cumplamos la asignación que hemos recibido.

Padre, ayúdame a mantener mis ojos en ti y no en mí mismo hoy. ¿En que te fijas más, en sus circunstancias desalentadoras o en seguir al premio supremo que nos ofrece Cristo Jesús?

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