Jesús se levantó de nuevo y le dijo a la mujer: «¿Dónde están tus acusadores?» JUAN 8:10 NET
¿Corres a Jesús cuando tus acusadores te rodean o escuchas sus mentiras?

Dios silencia al enemigo hablando la verdad en presencia de sus acusaciones. A veces estamos tan abatidos por el desánimo o el miedo que nos faltan las fuerzas para correr hacia el Señor, especialmente cuando sentimos que el campamento del enemigo nos rodea.
Hagamos una sinopsis de este pasaje:
- Los escribas y fariseos traen a una mujer sorprendida en adulterio (vs.3,4).
- Piden que se cumpla la pena de apedreamiento según la Ley (v.5).
- Insistencia de los escribas y fariseos para que Jesús dé su opinión (vs.6,7).
- Jesús responde: arroje la piedra primero aquél que no tenga pecado (vs.7).
- La multitud se dispersa, redargüidos por su propia conciencia (vs.9).
- Jesús despide a la mujer haciendo ver que tampoco la condenaba pero con la firme advertencia: “Vete y no peques más” (vs.11)
La mujer sorprendidas en adulterio sabía que ella era incapaz de escapar de sus enemigos y acusadores, así que Dios escogió ese lugar para salvarla. No fue en una cueva privada o en el templo. En su presencia se puso de pie y la liberó.
Sabemos que Jesús no quebrantó la ley de Moisés respecto al adulterio (Levítico 20:10), sino que dijo en cierta manera: “¡Adelante, cumplan la ley!” Pero también dijo: “Los que estén sin pecado” (y obviamente nadie pudo). El único que no tenía pecado era Cristo mismo; por lo tanto, Él sí podría haber condenado a la mujer bajo la pena capital de apedreamiento. Sin embargo le dijo: “Ni yo te condeno”.
El padre de la iglesia Agustín de Hipona por el siglo IV comento sobre este “no peques”. Tampoco te condenaré yo. ¿Qué significa, Señor? ¿Fomentas, pues, los pecados? Simple y llanamente, no es así. Observa lo que sigue: Vete, en adelante no peques ya. El Señor, pues, ha condenado, pero el pecado, no al hombre. Efectivamente, si fuese autor de pecados diría: «Tampoco te condenaré yo; vete, vive como vives; está segura de mi absolución; por mucho que peques, yo te libraré de todo castigo, hasta de los tormentos del quemadero y del infierno». No dijo esto.
Jesús, dame la humildad de no ensimismarme o cerrarme en mi mismo cuando peco y enfrento a mi consciencia o adversarios. Acepto mi responsabilidad con apartarme del pecado y reconciliarme en tu gracia misericordiosa, no abusando de tu verdad y amor. Ayúdame a mirarte en los momentos en que estoy siendo acusado y afirmarme en obediencia a tu palabra liberadora de verdad. Ayúdame a buscar la salida, la solución y pronto auxilio del Espíritu Santo y la ayuda en otros facultados para hacerlo.