Cuando Pedro lo vio, le dijo a Jesús: «Señor, ¿qué hay de este hombre?» Jesús le dijo: «Si es mi voluntad que se quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? ¡Sígueme!» -Juan 21:21-22 NVI

A veces es fácil mirar a los demás y comparar nuestra situación con la de ellos. Con otros a nuestro alrededor podemos comparar salarios, tamaños de casas, la familia, cuerpos, el tipo de cabello, estilos de autos, y la lista continúa.
Podemos preguntarnos si estamos brindando todo lo que nuestros seres queridos necesitan o al menos tanto como los otros tienen para dar o ser como persona.
Podríamos decir: «Al menos soy mejor que esa persona» o «Si tan solo fuera tan bueno haciendo tal cosa como esa persona». Es un juego constante de comparación, y empezamos jóvenes en ese dilema de la comparación.
Cuando Jesús estaba hablando con Pedro sobre la vida, Pedro quería comparar su futuro con el de otro discípulo. Jesús básicamente dice: «No es asunto tuyo, Pedro. ¡Preocúpate de Pedro, de ti mismo! Tú sígueme».
Parece que la mejor cura para la comparación es simplemente volverse hacia Jesús y seguirlo. Piense en las comparaciones que podría estar haciendo en su propia vida, particularmente como padre o madre, esposo o esposa, pastor, lidere, emprendedor o empresario, etc . ¿Cómo puede volver su atención a Jesús?
Dios, ayúdame a seguirte y centrarme en ti. ¿Puedo convertirme en una mejor versión de mi? Enséñame a seguirte diariamente para reflejarte a ti en mi vida, lejos de la tentación de compararme con los demás. Amén