Es precisamente cuando se produce la experiencia del encuentro después de la pérdida y la búsqueda de la moneda perdida que descubrimos la enseñanza central de la parábola: «[…] así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte».

Fijémonos en que la mujer «buscó» su moneda porque le pertenecía. Al encontrarla no la poseyó por primera vez, sino que la rescató y recuperó. Este es un cuadro exacto que nos define ante Dios. Somos sus criaturas, le pertenecemos; pero nos hemos extraviado a causa del pecado. Dios nos busca por medio de Jesucristo y cuando somos encontrados y respondemos con fe al encuentro, no tan solo se produce nuestra salvación, sino que trasciende su gracia en nosotros.
En el caso de la parábola, como ya hemos visto, la búsqueda no fue fácil y requirió un esfuerzo sacrificial.
La búsqueda que de nosotros hace Dios es la más costosa de todos, pues se hace al precio mismo de la sangre de Jesús derramada en el Calvario.
Nos dice la parábola que la mujer buscó su moneda con cuidado «hasta encontrarla». No se desanimó por los obstáculos. Y así sucede con Dios: no hay impedimento ni dificultad que Él no venza para venir a nuestro encuentro.
Ni nuestro pecado es tan grande que Él no pueda perdonarlo, ni nuestra perdición tan definitiva que no pueda encontrarnos. «Hasta que nos encuentre»: ese es el lema del amor de Dios para con nuestra vida.
Pero la otra parte es si luego de ser encontrado y conectado habrá cambios positivos para bien en nuestra vida. En algunas versiones se lee: «un pecador que se arrepiente», y en otras, «un pecador que se convierte».
Más allá de las diferencias existentes entre ambos conceptos, la idea central es que en el pecador «encontrado» tiene que producirse un «cambiointegral» que le lleve a la experiencia de una «vida nueva»
Este es el mensaje del evangelio: «[…] Pues el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido». Esta realidad que daclara y sencillamente expuesta en la parábola de la moneda perdida.
Sólo nos queda pedirle a Dios que también nos encuentre a nosotros siempre a su lado, no descuidando la salvación en lo que depende de nuestra parte santificándonos, para salvación nuestra de vida eterna y gozo del cielo