Entonces Elí le dijo a Samuel: «Ve y acuéstate, y si te llama, di: ‘Habla, Señor, porque tu siervo está escuchando'». Entonces, Samuel fue y se acostó en su lugar. —1 Samuel 3:9

Al escuchar música, un músico con un oído entrenado oye más que la persona promedio. El oyente cotidiano sin embargo escucha una canción, pero un músico escuchará la textura musical, el ritmo, timbre de voz, entonación y los tiempos, etc. Un oído entrenado podrá captar más y entender la plenitud de la música o el canto.
Elí reconoció que Dios le estaba hablando a Samuel, pero Samuel aún no tenía un oído entrenado. En lugar de explicar qué era lo que el Señor estaba haciendo, Elí le enseñó a Samuel cómo escuchar y cómo hacer para responder. Siguiendo el consejo de Elí, Samuel volvió a la cama y fue capaz de escuchar la voz del Señor.
A medida que discipulamos a nuestros hijos, puede ser más fácil decirles qué creer. Puede ser más simple decirles lo que Dios requiere, en lugar de entrenarlos a escuchar la voz del Señor. Pero hacemos un falso favor a nuestros hijos y obstaculizamos su crecimiento espiritual si no entrenamos sus oídos para escuchar la voz de Dios.
Necesitamos confiar en que Dios desea enseñar a nuestros hijos y ayúdarlos a desarrollar los oídos para escuchar la plenitud de su música.
Necesitamos afinar nuestros oídos y ser sensibles para discernir que es lo que Dios está haciendo conmigo, a través de mí y en mi entorno donde debo participar activamente.
Dios, dame paz mientras discípulo a los que están bajo mi cuidado. Mientras también me detengo en silencio o pausa y escucho más claro tus impulsos espirituales precisos. Señor, dame oídos para escuchar tu voz y la paciencia para confiar en tu proceso. Amén.